Abandonamos esta ciudad pensando ya en nuestro próximo destino que será Bujara la ciudad más santa del Islam en todo Asia Central y no sin antes tener que atravesar los más de 500 kilómetros del desierto del Kizilkum. Pero antes de llegar nos esperan otras sorpresas por el camino. Gran parte del recorrido va paralelo al río Amu Daria y a la frontera de Turkmenistán y hay que atravesar el río por unos puentes un tanto sospechosos de los cuales esta prohibido hacer fotografías (no sé cual es el motivo). Yo quería visitar una zona próxima a Khiva, son las fortalezas de barro de Ayaz Qala pero parece ser que el único puente para llegar se ha hundido y no se puede acceder. Durante el trayecto por unas carreteras bastante malas nos para la policía en varias ocasiones, hasta que en una de ellas nuestro conductor se enfrenta a ellos recriminándoles que mas vale que persigan a los delincuentes, pues nosotros somos turistas y tenemos todos los papeles en regla. También resulta curioso que la única vez que he comido pescado en Uzbekistán ha sido en pleno desierto, pues paramos en un kiosco en medio de la nada que tenía una charca en donde tu elegías el pez, lo cogían con una red y a la sartén; la verdad, es que bien pensado es un tanto arriesgado comerse aquello, pero con hambre y bien churruscadito estaba hasta bueno (de la cocina no hago comentarios y de los servicios tampoco). En estos lugares te sirven un té muy rico y a veces hasta cerveza. Llegamos a Bujara a la caída de la tarde, directamente nos vamos al hotel para dejar las maletas y sin pérdida de tiempo salir a tomar contacto con la ciudad. Lo primero que nos llama la atención, pues el hotel está justo enfrente es la ciudadela del L’Àrk esa gran fortaleza con sus gigantes murallas que fue la residencia de los emires de Bujara; pero realmente el centro de actividad de esta ciudad gira en torno a la plaza de Liab-I-Khaouz, punto de partida y de llegada de todos los paseos y en donde sus habitantes ven pasar el tiempo jugando al dominó durante horas viendo pasar a grupos de todas las nacionalidades ; cuenta con un estanque de agua de 45 metros por 36 rodeado de chaicanas(aprovechamos para cenar en una de ellas) y esta rodeada de la vieja madrasa Koukeldach del siglo XVI, de la madrasa y la kanata Nadir Divanber y justo enfrente, tiene como figura emblemática la estatua de Khodja Nasrudim el derviche que viajaba sobre un asno y del que os contaré su historia en otro capítulo. Pero la plaza más bella de la ciudad y sin duda la más monumental es la Poy Kalon (a los pies del grande) en donde destaca sobre manera el minarete redondo del siglo XII en el cual fueron utilizadas por primera vez las magníficas cerámicas de color azul y que era considerado como el faro del desierto de la Ruta de la Seda; esta plaza la completan la mezquita del mismo nombre con una capacidad para 10.000 fieles y la madrasa Mir-i-Arab; el conjunto de esta plaza es realmente bello. Paseando en dirección al parque Samaní y justo debajo de una gran torre metálica (bastante fea) se encuentra la bonita mezquita de Bolo Jauz con su minarete y su bello techo con estalactitas y que cuenta justo en su frente con un estanque; si nos adentramos en el parque y justo al pié de la noria y del lago, nos encontramos con el mausoleo de Ismail Samaní que es monumento más antiguo de la ciudad y fue erigido en el año 902 para guardar los restos del fundador de la dinastía de los samánidas. Según la inclinación de los rayos de sol el diseño ornamental cambia y según cuenta la leyenda si formulas un deseo y das tres vueltas alrededor este se cumplirá; en una de las esquinas del parque está el mausoleo de Chachma Ayud (lugar sagrado) y justo detrás ,el mercado abierto recientemente, que a diferencia de otros mercados es limpio, ordenado y espacioso; también aquí tuvimos otro problemilla con la policía, pues era la inauguración oficial y no podíamos seguir a la comitiva y hacer fotos. Al otro lado de la ciudad nos encontramos con un coqueto y fotogénico edificio que es la puerta de una gran medersa (hoy desaparecida) construida en 1870, y aunque un poco escondido y fuera de los recorridos habituales, yo os recomiendo que lo busquéis; me estoy refiriendo a Tchor Minor que significa cuatro minaretes; muy cerca de aquí preguntad por la pizzería italiana, en donde podréis degustar su pasta, sus pizzas, su amabilidad y sus jarras de cerveza fría
Pero una de las principales atracciones de estas ciudades son los bazares, donde bajo sus bóvedas se exhiben las alfombras de seda o de pelo de camello que dan fama a Bujara y como no el preferido de los uzbecos: el bazar del oro en donde veremos un enjambre de mujeres comprando joyas, atendidas por otro enjambre de vendedoras que al mismo tiempo que hacen negocios se cuentan sus cotilleos, se sirven el té o se pintan las cejas tiznadas de usma; en cualquiera de los casos un animadísimo mercado lleno de mercancías, y como no, de jolgorio. Si disponemos de tiempo suficiente podemos visitar en los alrededores la residencia de verano del Emir Sitori-i- Mokhi-Khosa (Palacio de la Luna y las Estrellas) y la necrópolis de Tchor Bakhr con las tumbas de los descendientes de Mahoma; quizás aparte de la monumentalidad de este conjunto, lo que verdaderamente me llamó la atención fue que en uno de los patios tienen el tronco de un árbol del cual arrancan de cualquier manera un trozo del mismo y pasan por debajo pidiendo un deseo. Si tenéis que pernoctar en Bujara, os voy a recomendar un hotelito pequeño y bonito muy cerca de la plaza de Lyabi-Jauz que se encuentra en el barrio judío y que perteneció a un rico comerciante bujarés. Su nombre es hotel Komil y su página www.komiltravel.com.
lunes, 20 de abril de 2009
La noble Bujara
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