
Con el guía en el coche, desandamos el camino y nos dirigimos hacia las formaciones de Gersegiyo. Nada más abandonar la carretera principal giramos a la izquierda y tras pasar una barrera, el vehículo comienza a pegar saltos que en algún momento parece que va a volcar; el paisaje de tierra roja intensa es espectacular, pues continuamente vamos viendo esas terrazas perfectamente

trazadas y dispuestas para el cultivo y una gran cantidad de gente que camina y que incrementa su número por momentos a medida que nos aproximamos a Fassa; antes de llegar y prácticamente rodeados de gente divisamos a lo lejos un gran gentío en una explanada y eso significa que es día de mercado, circulamos con sumo cuidado para no atropellar a nadie – pararemos a la vuelta- y continuamos en dirección a Gersegiyo,y aunque son las dos de la tarde, y

hace mucho calor, no deja de fluir gente por todas las partes, dan ganas de parar, bajarse y quedarse a vivir aquí, pero es demasiado tarde y tenemos que seguir camino, así que intentamos hacer todas las fotos que podemos sin bajarnos del coche, hasta llegar a las espectaculares formaciones de tierra; al bajar todo el mundo se

arremolina alrededor nuestro intentando pescar algo – ya estamos acostumbrados – aunque no hacemos mucho caso y rápidamente fijamos nuestra mirada en el espectáculo que tenemos ante nuestra vista. Se trata de un fenómeno natural extraordinario y poco usual y es una cadena continua de pináculos de arena esculpidos por el agua a través de los años en una garganta habitualmente seca; el parecido superficial a una hilera de rascacielos ha llevado a bautizar a este lugar por algún graciosillo, como el “Nueva York” de Etiopía; ha coincidido además que tenemos una luz estupenda lo que resalta aún más el conjunto.
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