“Se necesitan hombres para viaje peligroso. Salarios bajos, frío extremo, meses de completa oscuridad, peligro constante, retorno ileso dudoso. Honores y reconocimiento en caso de éxito.”
A pesar de lo tenebroso del anuncio, miles de personas se personaron para unirse a la expedición que Shackleton iba a poner en marcha para atravesar el continente antártico; de todos ellos selecciono a las 27 personas que iban a componer el grupo, aunque a última hora apareció un polizón y en realidad fueron 28. La travesía de la antártica era una empresa formidable y Shackleton estaba convencido de ser la persona idónea para realizar esta hazaña. El tenía ya cierta fama como explorador ya que en 1909 había llegado a noventa y siete millas náuticas del polo sur y esta podía ser su última oportunidad de hacerse rico y famoso. El lema latino familiar “fortitudine vincimus” (venceremos por resistencia) era su grito de guerra, y como tal fue adoptado por la expedición. Otra de las labores a llevar a cabo, era encontrar un barco marinero que los llevara al Sur, y Shackleton compró por 67.000 dólares el Polaris al que posteriormente bautizó con el nombre de Endurance.
Por fin la expedición parte rumbo a las islas de Georgia del Sur a finales de Agosto de 1914 al mando del capitán Frank Worsley ; Shackleton se incorporaría a la misma en la escala del barco en Buenos Aires. El 5 de diciembre de 1914 con vestimenta extra y buena dosis de aprehensión, parten hacia el objetivo en un invierno especialmente adverso y con temperaturas extremas; el diario de Shackleton dice: el barco navega seguro en el mar austral pero no parece tan cuidado y esbelto como cuando dejamos las costas de Inglaterra hace cuatro meses”. El desastre ocurre el 19 de enero de 1915 cuando el hielo del mar de Bedel se cerró en torno al Endurance y a partir de este momento comienzan los problemas. El 27 de octubre y debido a la presión del hielo el barco se hunde definitivamente después de 327 días de expedición. A partir de este instante es donde realmente Shackleton va a demostrar su pericia para manejar a un grupo de gente en situaciones límite hasta que después de dejar a sus hombres en la isla Elefante , parte en busca de ayuda acompañado de Cream y de Worsley en el bote James Cairn; tras dieciséis días de terrible navegación y tres más de penosa travesía a pié llegan a la estación ballenera de Grytviken (Georgia del Sur) 522 días después de haber partido y en tales condiciones que no fueron reconocidos ni por el director de la base Thoraf Sorlle. Tres meses después de su partida de la isla Elefante y tras varios intentos de rescate, el 30 de agosto, a bordo del viejo remolcador “Yelcho” Shackleton salvaba a sus hombres y daba por finalizada esta asombrosa expedición. En el libro escrito por Alfred Lansing y titulado “La prisión Blanca” Worsley escribió: ¡Todo bien! ¡Al fin! ¡Avante a toda máquina!
Audaz, romántico y algo fanfarrón Shackleton se dedicó a infinidad de proyectos entre viaje y viaje, pero lo que siempre le distinguió fueron sus dotes de líder y para demostrarlo esta es la reflexión de uno de sus hombres:
“Para la dirección científica dadme a Scott; para un viaje rápido y eficaz, a Admunsen; pero cuando estéis en una situación desesperada, cuando parezca que no existe una salida, arrodillaros y rezad para que venga Shakleton”
El motivo de esta reseña en mi blog, es informaros que desde el día 29 de Febrero y hasta el 22 de Marzo podéis visitar la exposición “Atrapados en el Hielo” que se encuentra en el Pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico y en dónde podemos viajar a la Antártica a través de las fotografías que realizó el gran fotógrafo australiano Frank Hurley que era uno de componentes de esta expedición. Existe además un programa de actividades relacionado con esta exposición, como es un ciclo de conferencias a cargo de Jerónimo López, Mario Picazo, Rosa Montero, Sebastián Alvaro y Alejandro Castellote, que harán visitas guiadas los sábados a partir del día 21 de febrero; también hay un ciclo de películas documentales los días 9,10,11 y 12 de marzo. Yo he tenido la oportunidad de visitarla y os recomiendo que vayáis sin prisa disfrutando cada momento de esta magnífica muestra. Si queréis ir con los deberes hechos podéis ir leyendo el libro de Caroline Alexander publicado por Geoplaneta y que es una muestra de lo que posteriormente veréis en la exposición.
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