lunes, 22 de febrero de 2010

Incidente en Lalibela

Son cerca de las cinco de la tarde, y como dije al comienzo de esta entrada, era mi intención acabar la jornada disfrutando de la puesta de sol en San Jorge. Y hasta allí me dirijo caminando tranquilamente, cuando veo al fondo a una fila de peregrinos que se dirigen a la iglesia, acelero el paso para poder llegar antes que ellos y poder hacer alguna foto cuando accedan al interior del recinto, cuando aparecen los guardas del recinto – que parece que no están – y me piden la entrada, y aquí empieza el problema, pues no la llevo encima y el guarda se empeña en que si no se la enseño, no accedo al recinto y todo esto en mi inglés raquítico y el suyo nulo; después de un buen rato discutiendo y haciéndole ver que yo ya he estado varias veces, pero que el recibo lo tiene Neguse y no puedo localizarle, y ya por pura cabezonería decido que me acompañe a la oficina para hablar con su jefe. Por el camino le voy diciendo que esa no es forma de tratar a los turistas y el mueve la cabeza como diciendo a mi que me cuentas, mientras sonríe. Cuando llego a la oficina, llevo un cabreo de órdago, pues voy a perder media tarde y no voy a poder hacer las fotos que quería; trato de explicarle al jefe el problema, me pide mi pasaporte y comprueba mi ficha, y al ver que es correcta me pide perdón mil veces, al tiempo que insinúa que le de la mano al guarda y que asunto resuelto; en principio me niego a hacer las paces, pero al final decido que es mejor hacerlo, pues en el fondo parte de culpa la tengo yo por no llevar encima el justificante del pago. Ya de regreso, después de la bronca, disfruto del entorno en completa soledad mientras el sol se pone en el horizonte.

Doy por finalizado el paseo y me dirijo caminando hacia el hotel, por un atajo, haciendo balance de un día inolvidable, en un lugar único. Para completar el día, decidimos encargar unas cervezas frías, en una tiendecita de los alrededores del hotel y cenar en la habitación un surtido de embutido ibérico para ir aligerando la mochila de peso y para no tener que soportar de nuevo el pasotismo y la dejadez de los empleados del hotel Roha.

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