Por la tarde, tenemos previsto visitar las cascadas del Nilo Azul, situadas en la aldea de This Abbay a unos 30 kilómetros de Bahar Dar por una carretera de tierra. Durante este recorrido, ya se puede disfrutar del paisaje y del continuo flujo de gente que camina por la carretera, los que trabajan el campo o los que cuidan de su ganado. Nada mas llegar a la aldea, lo primero es pasar por el Centro de Información Turística para adquirir la entrada. Aquí también hoy es día de mercado y por lo tanto son muchas las personas que pululan por la calle con sus atillos al hombro y su inseparable botella. Se puede acceder a las cascadas de dos maneras, la primera sería cruzando en barca, y la segunda y para mí la mejor y más bonita, es cruzando el Puente de los Portugueses y subiendo un empinada cuesta que te deja justo enfrente de de las cataratas.
Pero antes de disfrutar de este espectáculo me gustaría hacer un poco de historia de este río que tiene mucho que ver con un jesuita español de nombre Pedro Páez Jaramillo y natural del Olmedo de las Fuentes. Este religioso fue el que acompañando al emperador Susinios descubrió en el año 1613 las fuentes del Nilo Azul y de ello da buena cuenta en su libro “Historia de Etiopía” cuya I parte ya está traducida al castellano; pero su relato pasó desapercibido y fue en 1770 cuando el explorador inglés James Bruce visitó el lugar haciéndose acreedor de dicho descubrimiento. Por otra parte existe una situación muy injusta con respecto a sus aguas, ya que aún siendo el Nilo Azul quién aporta el 86% de su caudal, no puede hacer uso de la misma y el motivo un tanto arbitrario, es que en 1929 Gran Bretaña firmó el Tratado del Agua con Egipto y a espaldas de Etiopía, mediante el cual se garantizaba el suministro a Sudán a cambio de un total derecho egipcio sobre sus aguas; este tratado fue ratificado en 1959 y según el mismo Egipto dispone del 75% del agua y Sudán el 25% restante. Aún, se sigue negociando hoy en día una posible solución, pero mientras tanto millones de campesinos ven pasar el agua por la puerta de sus casas y sin embargo dependen para sobrevivir el que su siembra coincida con el momento de las lluvias y si no es así pues estaremos en otra situación de hambruna que se repite cada cierto tiempo.
Pero no quiero daros más la monserga y vamos a disfrutar de este entorno que es en realidad a lo que hemos venido; desde el centro de información nos desplazamos al aparcamiento, donde comienza la marcha. Como hace calor, lo primero es pertrecharse de una botella de agua y no hay que preocuparse si no lleváis, pues nada más comenzar el camino hay puestecitos que os la pueden vender; iniciamos un pronunciado descenso con muchas piedras ¡cuidadíto! antes de llegar al Puente de los Portugueses, por donde cruzamos el Nilo Azul que apenas unos cientos de metros antes se acaba de despeñar por unas cascadas de 45 metros de alto y 400 de ancho; nada más cruzar el puente giramos a mano izquierda y ascendemos una pronunciada cuesta salpicada de humildes casas en donde los niños tratan de entablar conversación contigo para o bien a la ida o a la vuelta intentar venderte alguna cosa; nada más ascender, ya se disfruta de una excelente vista y el ruido del agua al caer ya se oye rugir a lo lejos, pero unos pocos metros después, nos damos de bruces con este espectáculo de la naturaleza; ya solamente nos queda sentarnos frente a las cascadas y disfrutar de este momento, el mismo que disfrutó Pedro Páez cuando las vió por primera vez. Después de más de una hora contemplando el panorama, toca regresar no sin antes haber plasmado el momento con unos cientos de fotos. Ya está cayendo la noche, y conviene darse prisa en llegar a Bahar Dar, pues no es aconsejable conducir sin luz por estas carreteras, pero antes tenemos que hacer una visita a casa de un amigo de Javier Gozalbez que nos tiene preparada una sorpresa; se llama Mulukan Kebede y es un padre de familia con cinco hijos; nos recibe en su humilde casa y nos invita – y esta es la sorpresa- a la ceremonia del café, todo un rito en este país, al que los etíopes son muy aficionados y además es una forma de hospitalidad. Los granos de café son tostados en una sartén sobre un brasero vegetal, mezclándose el aroma con el del incienso. Después los granos son machacados en un mortero, para posteriormente añadirlos a una cafetera de barro negro llamada “yebená” y esta a su vez llenarla de agua hasta el punto de ebullición. El café se sirve en tazas sin asa y se endulza al gusto. Este proceso lo ha llevado a cabo la mujer de Mulukan y tengo que reconocer que el café es riquísimo, independientemente que sea uno de mis vicios. Después de saborear varias tazas toca salir corriendo- pues ya es noche cerrada- no sin antes agradecer a la familia de Mulukan su hospitalidad. Damos por finalizado el día con una cena en el hotel a base de sopa, pescado o carne, plátano frito y un cafecito y a dormir. Precio 40 birr. Mañana visitaremos los monasterios del Lago Tana.
miércoles, 13 de enero de 2010
Tis Isat "fuego que humea"
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