miércoles, 28 de julio de 2010

Mercado de Fassa

Después de disfrutar durante un rato de este espectáculo de la naturaleza - además sin gente -, y de hacer unos cientos de fotos, volvemos de nuevo al coche y retrocedemos los 4 km de camino hasta el mercado de Fassa; el trasiego de gente continúa a pesar del calor y cuando aparcamos, el mercado se encuentra en pleno apogeo; como es habitual en Etiopía, los mercados están divididos por zonas perfectamente diferenciadas y la muchedumbre se dedica a comprar y vender sus mercancías; por un lado están los sastres, que en un momento te confeccionan tu vestido, por otro las que venden haces de leña, más allá los tejidos, la sal, las hortalizas, la cerámica, los que descansan a la sombra de un árbol bebiendo cerveza local o comiendo, y por supuesto y lo que no falta en ningún mercado etíope es el “Chat” ; quizás me resulta diferente porque somos los únicos faranji y aunque todo el mundo dirige sus miradas hacia nosotros, disfrutamos de un espectáculo único y muy colorista. Tengo que reconocer, que cuando viajo por cualquier parte del mundo, y encuentro un mercado, es tal mi estado de excitación, que casi me bajo en marcha del coche e intento inmortalizar cada instante, cada momento e inclusive a cada persona, lo cual es una barbaridad. Es importante que hagáis coincidir vuestra visita a esta zona, con el día de mercado, y creo recordar que el día señalado para la instalación de este mercado, era un sábado. Pero el tiempo apremia y tenemos que continuar nuestra ruta, aunque estoy pensando que si vuelvo de nuevo a este país – y seguro que lo haré- dedicaré algunos días para visitar solamente esta zona y empaparme de toda su cultura. Paramos en el hotel Edget en donde Brahano nos ha preparado una estupenda ensalada de pasta que degustamos en unas mesas dispuestas bajo unos árboles en el patio del hotel, para rápidamente continuar nuestra ruta con dirección a Yabelo. Nada más abandonar Konso la carretera desciende hasta el río – completamente seco – que marca el límite del territorio de los konso, para entrar en la zona de los borana; sin descender del coche y por una carretera relativamente cómoda disfrutamos del paisaje y de los pueblos que atravesamos, en donde me llama poderosamente la atención las casas a orillas de la carretera de unos colores muy llamativos y con los techos de tierra; los niños corren paralelos al coche gritando de alegría y saludando a los faranji. A la caída de la tarde entramos en Yabelo – localidad sin ningún interés -y nos detenemos unos momentos a jugar con unas niñas antes de llegar a nuestro hotel que aunque no es ninguna maravilla, dispone de un patio muy agradable en donde un numeroso grupo de gente se encuentra viendo un partido de fútbol de la liga inglesa pero con la TV custodiada bajo una gran armazón metálico.
Descargamos los trastos, tomamos posesión de nuestra suite, duchita y cervecita fría mientras nuestro cocinero nos prepara la cena.

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