viernes, 2 de julio de 2010

Visita de una aldea mursi

Por la mañana tempranito iniciamos la excursión hacia el P.N. de Mago, aunque previamente hemos parado a comprar pan y algo de fruta pues el camino es largo y los restaurantes escasos. Nada más abandonar Jinka, atravesamos un poblado “ari” que visitaremos al regreso y nos paramos en la barrera de acceso al parque para conseguir el permiso y pagar el canon de entrada iniciamos el recorrido por una sinuosa pista con contínuas subidas y bajadas, curvas a derecha e izquierda, baches ,ríos y pinchazos, que vista desde lo alto se parece a una serpiente de color escondida entre el inmenso manto verde que cubre las llanuras del P.N. de Mago. A medida que nos aproximamos a la aldea que vamos a visitar, no dejo de pensar en las historias que he leído sobre este pueblo guerrero de toscos gestos y mirada penetrante que disfrutan matando, robando e inclusive cortando los testículos de sus víctimas que se llevan como trofeo, y además se dedican a la piratería robando a los turistas y si se resisten los matan. Todo esto ronda en mi cabeza, cuando de repente y antes de llegar al poblado aparecen los primeros individuos en medio de la carretera; al instante la excitación es grande pues queremos inmortalizar el momento, aunque la primera impresión no sea tan macabra y la gente esté tranquila y dispuesta a dejarse hacer las fotos siempre que se pague la tasa establecida que en esta ocasión es de 1 birr.
La entrada en la aldea es algo más ruidosa y apabullante, ya que nada más descender del coche todo el mundo –hombres, mujeres y niños- se abalanzan sobre nosotros al grito de ¡guam foto, guam birr.. esto me descoloca y me cabrea un montón -aunque ya estábamos avisados- y tengo que pegar un fuerte grito y separarme del mogollón para observar y calmarme un poco , pues yo he venido aquí a disfrutar del momento y no a discutir; mientras tanto Tedy negocia la entrada al poblado y el tiempo de permanencia en el mismo; pasados los primeros instantes de histeria la cosa se calma y es el momento de elegir el modelo para que pose y hacer una foto al precio acordado que se convertirán en unas cuantas más pues el dedo a veces se queda pegado al disparador. Si uno gira la cabeza hacia cualquier lugar puede observar desde un sombrero elaborado con chapas, unos grandes pendientes de colmillo de facocero, pinturas variadas, grandes platos labiales que indican su estatus social, pero me causa una gran impresión cuando se quitan esos platos y ves como les cuelga el labio por debajo de la barbilla.
Contemplar a los mursi en su entorno es una experiencia única e inolvidable, y uno de los espectáculos más singulares e increíbles que podamos imaginar, pero mucho me temo que las costumbres ancestrales de esta gente, su manera de comportarse, sus rudimentario utensilios, su organización social, etc se están acabando demasiado rápido y todo ello debido a los turista que llegamos a este lugar introduciendo en sus vidas accesorios – botellas de plástico – que les conduce a dejar de utilizar sus recipientes de calabaza o adornos naturales de hueso o madera que cambiarán por correas de reloj, tapas de bolígrafos u otros elementos ajenos a su cultura; también y para mí lo más sangrante, es que el dinero que se les da a cambio de las fotografías lo están empleando en comprar bebida y esto genera violencia y malos rollos con los turistas y entre ellos.
Es evidente, que el asilamiento al que han estado sometidos durante siglos, se está acabando y el turismo empieza a causar efectos devastadores y si esta tendencia no se regula de alguna manera puede que estemos a las puertas de ver como una cultura milenaria pasa a mejor vida.

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