miércoles, 17 de noviembre de 2010

Ekambareshvara."El señor de un árbol de mango"


Vista del gopuran
 En la anterior entrada, nos quedamos a las puertas del templo de Ekambareshvara y ahora vamos a atravesar el pasadizo, bajo el impresionante gopuram con cientos de figuras de color marfil, en donde una fila de personas mayores piden limosna; accedemos a un primer patio, con algunas tiendas, y nos extraña que todavía nadie nos haya dicho que nos quitemos los zapatos, pero si antes lo decimos, al acceder a una segunda puerta el vigilante nos dice que desde este punto hay que ir descalzo, aunque puedes llevar calcetines; el suelo es de tierra hasta llegar al templo, y hay un gran movimiento de familias que se dirigen a visitar el ligam instalado en el altar mayor y al que solamente pueden acceder los hinduistas; en un momento estamos en la gran sala de columnas, al principio abierta, con un gran estanque a la derecha lleno de pequeños peces y un espacio a la izquierda en donde dan de comer a la gente pobre.


Uno de los altares
  Una vez en el interior del templo, intentamos colarnos entre las personas que acceden al “lingam” de tierra que Parvati preparó y que está instalado en el altar mayor, pero los vigilantes están atentos y con respeto nos indican que continuemos nuestra visita por el resto de las instalaciones; existen otros altares dedicados al dios Vishnú y en una sala se exhiben las imágenes de Shiva y Parvati que se utilizan en las procesiones; en un costado del altar se encuentran las figuras negras, cubiertas con una tela blanca llamadas  “Nayanmar” antiguos poetas religiosos, y en otro lugar otra fila de los mismos santos, en bronce y cubiertos de telas amarillas y naranjas. Una curiosidad sobre este lingam, es que en la rutina habitual no lo bañan con agua como a los demás, sino con aceite para que no se dañe.


La hora de la "puja"
 En nuestro deambular por los pasillos, con escasa luz, somos invitados a entrar en algún altar, para a la salida solicitar alguna propinilla. El lugar es tranquilo y sin ruido, aunque cada cierto tiempo se escucha la música de la trompeta y el tambor cuando tiene lugar alguna de las seis “pujas” que se celebran todos los días. Justo detrás del lugar sagrado, hay un patio abierto, rodeado de columnas en donde descansan algunos sacerdotes sentados en sus camastros, con una gopura ricamente tallada a la que se puede subir, y un venerado mango - no es el original, pues este que según el cartel tenía 3500 años se secó en 2004 - bajo el que meditaba Parvati y de cuyas ramas se veían colgadas cunitas de juguete ofrecidas por parejas que pedían hijos.


Degustando la comida
 
Cuando salimos al exterior, vemos a la gente sentada en el suelo comiendo arroz sobre una hoja de banana y a mucha gente que se arremolina alrededor nuestro con la intención de hacerse fotos y charlar. También  aprovecho para deciros que Kanchi el la ciudad donde se producen los mejores brocados de seda y es una buena ocasión si queréis comprar un sari, pues hay multitud de factorías, aunque por lo visto creo que los precios después de mucho regateo no son nada baratos. El calor es sofocante, pero antes de ir a comer vamos a visitar otro de los templos – para mí el más bonito – de Kanchi; me estoy refiriendo al de Kailasanatha consagrado a Shiva.

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