viernes, 17 de octubre de 2008

En las fuentes del Nilo

Un autobús local en Kampala. Y como todo en África, donde comen dos, comen tres, y donde caben veinte caben treinta. Pues eso, treinta pasajeros Y el autobús no se movió hasta que el último asiento, desplegado a mitad del pasillo, estuvo ocupado.


En una hora y media me dejó en el centro de Jinja – suponiendo que las ciudades y villas africanas tengan centro – después de cruzar el Nilo unos kilómetros antes a la altura de las antiguas cataratas de Owen Falls, hoy en día convertidas en una presa con su correspondiente central eléctrica.

Al bajarme del autobús en Jinja, enfilé en dirección al Lago Victoria, sin más, por una amplia avenida con aspecto de haber sido en su día – antes de Idi Amín – una agradable zona residencial, y hoy en día, con todos sus edificios, aceras, jardines y demás infraestructuras, en un estado calamitoso. Y entonces supe que esa era la manera correcta de llegar a las Fuentes de el Nilo. Solo, a pié, sin guías, sin tour operadores, y sin turistas disparando sus cámaras fotográficas sin ton ni son.

Aquello era Jinja, ¿no?, al norte del lago Victoria y al este de Kampala, actual capital de Uganda. Y en esa dirección estaba el lago ¿verdad ? Pues entonces, Rippon Falls, las Fuentes del Nilo, no podían estar muy lejos.
Después de recorrer, en una espléndida mañana africana y con el sol de África estallándome en la cara, toda la antigua avenida, que pese a su decrepitud y abandono sigue siendo un agradable paseo, siempre y cuando a uno no le importen las miradas de asombro, unas veces, de sorna, otras, e incluso de odio, aunque de estas pocas, de la población local, llegué a la orilla del lago Victoria, sólo unos centenares de metros antes de volcarse en el Nilo, y torcí a la derecha siguiendo la orilla del lago e intuyendo ya el nacimiento del río mas largo de la tierra.

Poco después me interné por una tortuosa vereda que baja hacia un pequeño y miserable poblado de pescadores tendido a la orilla del lago, y formado por un puñado de chozas, mitad cabañas, mitad chabolas. Un chaval de unos veintipocos años con más porquería encima de la que un habitante del primer mundo, de esos que se duchan todos los días, pueda llegar a imaginar, se me acerca y sin perder tiempo me ofrece un paseo en canoa por el lago por treinta mil chelines (unos dieciocho euros). Yo le digo que lo único que quiero es llegar hasta las cataratas de Rippon Falls, o lo que quede de ellas, y volver. Al final lo acordamos por veinte mil. No regateo. A fin de cuentas por dos mil pesetas me van a convertir en un ser privilegiado, acercarme al mismo islote desde el que más de cien años atrás, en 1862 el primer blanco, europeo, inglés, John Hanning Speke, contempló las Fuentes del Nilo Blanco, después de miles de años de búsqueda.

La canoa que me llevó hasta allí, no debía diferir mucho de la que le transportó a él. Eso sí, con motor fuera borda incorporado – más viejo que el mismísimo Speke- petardeando y parándose cada dos por tres. Aunque cuando uno lleva ya algún tiempo en Äfrica, eso no le preocupa, y al final uno sabe que los africanos “casi” siempre, y sin ponerse nerviosos, suelen solucionar “casi” todos los problemas mecánicos, antes o después.

Al desembarcar en el islote en el centro del Nilo, kilómetro cero, y encaramarme al monolito que conmemora la gesta de Speke, contemplo el lago Victoria a mi alrededor. Y el río Nilo, también a mi alrededor. Todo en uno. Y pienso. Sólo hay un lugar en el mundo como este. Y es este. Y aunque las cataratas que describió y dibujó Speke desaparecieron al crecer el nivel del lago a causa de la presa hidroeléctrica construida unos kilómetros mas abajo, todavía se intuye perfectamente la herida en el lago por la que escapa el Nilo.

Y los cormoranes y los martines pescadores zambulléndose sin complejos en las aguas del lago. Y las águilas pescadoras de cabeza blanca, ojo avizor en las ramas de los árboles y arbustos. Y yo allí arriba. En el centro del río. En el centro del Mundo.

No hay comentarios: