Desde Awasa nos encaminamos hacia Shashamene, en donde existe una comunidad rastafari – de la que hablaré en otra entrada – antes de tomar el desvío que nos llevará a una de las zonas más bonitas y menos visitadas de Etiopía, en donde a lo largo de los 2470 km2 que ocupa el P.N. de Bale podremos contemplar espléndidas montañas, llanuras, lagos, rocas volcánicas y las fuentes de unos 40 ríos; también es un lugar especial para los amantes de los animales ya que se pueden ver 46 especies de mamíferos y 200 especies de aves. Pero quizás su característica principal es que aquí se encuentran tres de las dieciséis especies endémicas de Etiopía: el chacal de Simien, el antílope enjauzado de Menelik y el nyala de montaña. Tengo que deciros, que aunque el acceso no es sencillo, pues la carretera es mala, la visita no os decepcionará. También en esta zona trabajan las empresas chinas, indias y una española construyendo carreteras, pero esto será cara al futuro, ya que por el momento la realidad es otra y el camino es polvoriento y con muchos baches; como en el resto de Etiopía los caminos son animados y habitualmente siempre con mucha gente; en esta zona hace aparición la figura de la gente a caballo y unos campos de cereales impresionantes – este año habrá buena cosecha – y por primera vez vemos dos tractores y una cosechadora; estamos en la región Oromiya – cuya población mayoritaria pertenece a la etnia oromo – y cuando atravesamos la ciudad de Dodoma, Brahano – nuestro cocinero que es natural de esta región – se para a saludar a unos amigos. Continuamos hasta llegar a Adaba en donde comemos en un garito de mala muerte. A partir de este lugar, la carretera comienza a ascender poco a poco, hasta alcanzar los 3000 metros y vemos a la gente bastante abrigada – los inviernos tienen que ser muy duros – cuidando de su ganado. El paisaje es impresionante y como hay que conducir despacito vamos disfrutando de este entorno; cuando ascendemos a la meseta vemos los primeros “nyalas” – muy lejos -y algún facocero. Nada mas atravesar Dinsho, se encuentra la entrada al parque – que cuenta con un humilde museo-, en donde nos registramos antes de llegar a nuestro alojamiento, que aquí llaman “lodge” y que es lo más parecido a un campamento de la OJE, con cuartos con literas un tanto descuidados; baños cutres y de las duchas directamente no quiero saber nada; asignadas las habitaciones, descargamos antes de que se haga de noche, y salimos con un guía del parque a dar una vuelta; caminamos en silencio y muy pronto vemos de cerca los primeros nyalas, además de antílopes de monte, facoceros y pájaros. Regresamos al lodge y no hay luz, así que cogemos los frontales y encendemos una gran chimenea que hay en el salón con leña que hemos comprado por el camino; además de nuestro grupo, están en el hotel una pareja - madre e hija – suiza que van a hacer un treking de siete días en el parque, y unos chicos franceses que salieron de Paris hace nueve meses en bicicleta y que aún les quedan otros nueve para llegar a Sudáfrica ¡esto si que es aventura de la buena!, mientras Brahano prepara la cena – sopa, ensalada y patatas todo muy rico - ganduleamos en torno a la hoguera y después con la tripa llena otro ratito mas antes de irnos a dormir; son las nueve y ya comienza a hacer fresco, así que llega el momento de meterse en la cama, eso si, con un par de mantitas. Mañana nos desplazaremos a Goba para subir al plató de Sanetti.
viernes, 20 de agosto de 2010
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