De nuevo regresamos al hotel para recoger todo, cargar y continuar nuestro camino hasta Awasa. Ya en la carretera paramos en una aldea borana, para ver su forma de vida; básicamente viven en unas cabañas de paja muy rudimentarias pero bastante frescas, no demasiado grandes y donde animales y personas comparten el espacio; nada mas parar en la orilla de la carretera los chavales salen a nuestro encuentro y en la aldea solamente hay mujeres y niños ya que los hombres están con el ganado; son muy amables – a pesar de la invasión – y nos permiten hacer fotos sin problemas, aunque hay una joven madre que se muestra un tanto esquiva, pero al final logro hacerla alguna foto pues me parece muy guapa. Seguimos nuestra ruta hasta llegar a Agere Mariam en donde paramos a comer en el hotel del mismo nombre en donde hay una gran animación – es domingo y hay mercado- pero a la hora de pedir la comida es un tanto caótica pues pedimos pescado y nos traen carne, tardan mucho y aunque Tedy se mosquea esto es lo que hay. Esta es una zona muy rica, pues se produce mucho café y se mueve gran cantidad de dinero y eso se nota.A partir de aquí y hasta Awasa, la carretera es espectacular, todo verde, mucho ganado, plantaciones de café, piña, etc. aunque con muchas curvas y de vez en cuando se ven los restos de los muchos accidentes que provocan los “al qaeda” que son los camiones que transportan el “Chat” a los mercados y van como locos. El recorrido transcurre de manera pausada hasta que llegamos a Dila en donde una gran multitud de gente atasca la carretera; esto significa que hay mercado y por tanto que hay que parar. Aquí hasta nos resulta complicado descender del coche, pues nada mas abrir la puerta una gran multitud nos rodea de inmediato; el paseo por la explanada en donde están los puestos instalados es una avalancha de gente que nos sigue y es tal el gentío que la policía tiene que intervenir con látigos, para contener a la gran masa de gente que sin mirar al suelo van arrasando todo lo encuentran a su paso; y no es que corramos peligro en ningún momento, sino que la novedad de ver a unos faranji –cosa poco habitual – hace que todo el mundo quiera estar a su lado; por fin, y no sin esfuerzo regresamos a la seguridad del coche y continuamos el viaje disfrutando de bellas panorámicas ; a veces hacemos paradas técnicas para estirar las piernas, para comprar café en grano sin tostar o para que Brahano compre una ristra de piñas al desorbitante precio de 20birr; también disfrutamos de una estupenda puesta de sol antes de llegar a Awasa cuando ya es prácticamente noche cerrada. En los últimos kilómetros me doy cuenta de lo peligroso que es conducir por estos lares, pues no se ve nada y la gente circula por la carretera como si nada, menos mal que nuestros conductores – Masfen y Huasan - son unos monstruos.
miércoles, 11 de agosto de 2010
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