Después de una reconfortante ducha – ya me hacía falta – salgo a pasear por la orilla del lago, que curiosamente tiene el agua achocolatada y bastante caliente y veo a Tedy que se está bañando; le digo en voz alta "arroz, chicharrones" y le entra tal ataque de risa que casi se ahoga (ya os contaré el por qué de este chisme).
Después nos sentamos en la terraza a tomar una cerveza y coincidimos con una pareja de Gijón que hoy iniciaba el viaje y que casualmente cuando comenzamos a cambiar impresiones conocen al etíope de Gijón que nos encontramos en Konso y con el que han quedado mañana. Después de casi una hora de charleta, toca ir a cenar y en un escenario tan romántico, hemos decidido hacer una hoguera frente al lago y disfrutar de una velada tranquila y al aire libre; además Charo lleva en la maleta desde que comenzó el viaje unos chorizillos que la apetecía asar a la brasa y este va a ser el día. Para ello hemos encargado a un chaval del hotel que nos busque la leña y nos prepare el fuego y todo por la friolera de 100 birr (5 euros); además esto es una manera de que la gente de estos lugares pueda ganarse la vida de manera digna.
En el intervalo de tiempo transcurrido desde que encargamos la leña, hasta que prende la hoguera, estamos hablando con los españoles y cuando me giro y miro en dirección al lago, veo que ya está encendido el fuego, sin más, me dirijo hacia allí con mis chorizos envueltos en papel albal y los introduzco en las ascuas; alrededor del mismo hay dos jóvenes parejas tomando té; yo les hago una gracia diciendo que son unas bombas que explotarán en un momento y que tengan cuidado; la sorpresa me la llevo yo, ya que cuando llego a la mesa y les comento a mis amigos que la cena ya está en marcha, me dicen que esa no es nuestra hoguera y que la nuestra aún no está encendida; nos reímos durante un buen rato y como si nada, ya transcurridos unos minutos voy de nuevo a buscar mis chorizos para llevarlos a nuestra mesa, que ya está preparada; esto lo completamos con otros manjares ibéricos – lomo, jamón, salchichón, etc – y unas cervezas frías y nos damos un homenaje de lujo, en un lugar único – también invitamos al chaval que nos ha preparado la lumbre -.
Terminada la cena, nos quedamos un rato más charlando, en completa oscuridad, disfrutando de un cielo estrellado y de una temperatura ideal. Mañana hemos quedado con nuestro nuevo conductor, para continuar nuestros últimos días de viaje, pero esto será mañana, así que nos vamos a la camita.
Después nos sentamos en la terraza a tomar una cerveza y coincidimos con una pareja de Gijón que hoy iniciaba el viaje y que casualmente cuando comenzamos a cambiar impresiones conocen al etíope de Gijón que nos encontramos en Konso y con el que han quedado mañana. Después de casi una hora de charleta, toca ir a cenar y en un escenario tan romántico, hemos decidido hacer una hoguera frente al lago y disfrutar de una velada tranquila y al aire libre; además Charo lleva en la maleta desde que comenzó el viaje unos chorizillos que la apetecía asar a la brasa y este va a ser el día. Para ello hemos encargado a un chaval del hotel que nos busque la leña y nos prepare el fuego y todo por la friolera de 100 birr (5 euros); además esto es una manera de que la gente de estos lugares pueda ganarse la vida de manera digna.
En el intervalo de tiempo transcurrido desde que encargamos la leña, hasta que prende la hoguera, estamos hablando con los españoles y cuando me giro y miro en dirección al lago, veo que ya está encendido el fuego, sin más, me dirijo hacia allí con mis chorizos envueltos en papel albal y los introduzco en las ascuas; alrededor del mismo hay dos jóvenes parejas tomando té; yo les hago una gracia diciendo que son unas bombas que explotarán en un momento y que tengan cuidado; la sorpresa me la llevo yo, ya que cuando llego a la mesa y les comento a mis amigos que la cena ya está en marcha, me dicen que esa no es nuestra hoguera y que la nuestra aún no está encendida; nos reímos durante un buen rato y como si nada, ya transcurridos unos minutos voy de nuevo a buscar mis chorizos para llevarlos a nuestra mesa, que ya está preparada; esto lo completamos con otros manjares ibéricos – lomo, jamón, salchichón, etc – y unas cervezas frías y nos damos un homenaje de lujo, en un lugar único – también invitamos al chaval que nos ha preparado la lumbre -.
Terminada la cena, nos quedamos un rato más charlando, en completa oscuridad, disfrutando de un cielo estrellado y de una temperatura ideal. Mañana hemos quedado con nuestro nuevo conductor, para continuar nuestros últimos días de viaje, pero esto será mañana, así que nos vamos a la camita.
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